Orri nagusira / Página principal Lakuntzako Pertza Aurkibidea

LUIS GARTZIANDIA


Los lakuntzarras suben al santuario de San Miguel de Aralar cada cada tercer domingo de agosto en una tradición recuperada a finales de los años sesenta.

Lakuntzako-Pertza tiene su origen en la divertida leyenda del caldero de Lakuntza. Cuenta esta leyenda que unos lakuntzarras iban subiendo a San Miguel y se detuvieron en el fragoso y agreste camino para almorzar unas morcillas que llevaban en un caldero. Cuando estaban ya disfrutando con los olores del guiso, uno de ellos dió al caldero una patada sin querer y, enseguida, caldero y morcillas rodaron cuesta abajo y dieron a parar en el ojo del molinero de Uharte-Arakil que se encontraba a la sazón cazando y que, de resultas del morcillazo -o calderazo-, quedó tuerto.

La historieta originó burlas y bromas hacia los lakuntzarras. Los vecinos de los pueblos de al lado preguntaban con malicia: "Lakuntzako pertzak zer ipiñ egin zuen?" (¿Cuál fue el final del caldero de Lakuntza?). Y los lakuntzarras respondían, con cierta mala leche: "Hire aitak eta amak egin zuena" (El mismo que tu padre y tu madre).

EL RITUAL FESTIVO

Esta singular anécdota dió nombre a la Sociedad del pueblo navarro y consolidó la tradición de una celebración anual. La romería con morcillas sale de Lakuntza de madrugada con la mayoría de los jóvenes del pueblo y un grupo de expertos veteranos que cargan un burro con el caldero y las morcillas. El grupo protagonista sube andando las dos horas escasas que le separan del lugar exacto donde ocurrió la anécdota comentada, y allí almuerzan y recuerdan la historia entre risas y tragos para, a continuación, seguir camino del santuario de San Miguel in Excelsis y allí reunirse con el resto de lakuntzarras que suben en coche o en el autobús que la Sociedad pone a disposición de los jubilados. Juntos participan en una misa y, una vez terminada, dan buena cuenta de las morcillas acompañadas de pan y regadas con buen vino que se ofrece en los arkupes del hostal y en el que participan también numerosos vecinos de los pueblos colindantes y muchos guipuzcoanos, amigos de Aralar y conocedores de tan señalada fecha.

Para finalizar la romería, los lakuntzarras, después de haber cumplido con sus deberes religiosos, con las costumbres de antaño y con la tripa llena, bailan una danza propia, la Lakuntzako-Pertza dantza que junto con la Alkate dantza del día de San Sebastián, patrón de Lakuntza, son bailes felizmente recuperados.

(Foto: JABI SÁEZ DE EGILAZ)
Las primeras nieves del invierno por los montes alaveses (Foto: JABI SÁEZ DE EGILAZ)

URDABURU en la Sociedad LAKUNTZAKO-PERTZA

Siguiendo con nuestro circuito montañero, minuciosamente trazado y planificado, el 18 de noviembre completamos la etapa Azazeta-Opakua, que el mes anterior tuvo que ser recortada por las terribles condiciones climatológicas. En este caso iniciamos la etapa en el puerto de Santa Lucía y terminamos en el puerto de Opakua después de 4 horas de recorrido. Hubo mejor suerte con el tiempo y pudimos terminar la etapa iniciada un mes antes sin mayores incidencias y disfrutando del paisaje que las nubes nos dejaban entrever. Además contamos con el aliciente añadido de la mesa puesta que nos esperaba en la Sociedad Lakuntzako-Pertza.

Para la mayoría de los excursionistas, ésta era la primera vez que visitaban este pueblo situado en el valle navarro antes conocido por La Barranca, hoy Sakana. No hubo mucho tiempo para hacer visita turística; sólo el suficiente como para conocer la amplia plaza con la iglesia de San Salvador a la cabeza, la picota justiciera con sus cuatro cabezas de león en piedra, y a su lado la fuente de Santa Rita que surte fría agua traída directamente del monte Beriain. Pero lo que más sorprendió a los visitantes fue sin duda el gran caserón de tres plantas donde está ubicada la Sociedad Lakuntzako-Pertza, centro neurálgico del pueblo, con más de 300 socios, entre los cuales prácticamente todas las familias tienen algún miembro.

Allí nos recibió Rakel Arregi, una gran cocinera lakuntzarra experta en estas lides, que nos metió entre pecho y espalda una finísima morcilla asada (en esta Sociedad no se podía empezar de mejor manera una comida: con morcilla, como manda la tradición) y un cordero de la tierra asado en su punto y acompañado de una ensalada; y de postre, queso de Unanua. En fin, que no sobró nada y nos volvimos para Gipuzkoa con el compromiso de regresar al mismo sitio un mes más tarde, aprovechando la buena acogida dispensada y que la próxima etapa nos dejaba muy cerca, en el alto de Urbasa.

Efectivamente, el 16 de diciembre dejamos un lluvioso día junto al Cantábrico y nos encontramos con un frío y soleado amanecer en el alto de Opakua. Atravesando los puertos alaveses de Bikuña y de Andoin pudimos disfrutar de las primeras nieves del invierno que adornaban las hayas cual postal navideña, inmensa, real, bellísima. Apenas hubo paradas, estaba muy próxima la fiesta de Santo Tomás y la txistorra esperaba en la mesa, por lo que no había tiempo que perder y en cinco horas nos plantamos en el camping de Urbasa. Y de nuevo a Lakuntza.

Esta vez quién nos recibió fue Manu, un bilbaino nacionalizado lakuntzarra, que nos obsequió con una deliciosa txistorra de Arbizu y una gigantesca alubiada acompañada de tocino, costilla, morcilla... y regada con abundante vino tinto. Tras los postres, nos unimos a un grupo de comensales del pueblo que nos acompañaba en el comedor y «canturreamos» todo el repertorio propio de la época (Ator Ator, Olentzero...) y el remate final inevitable con las versiones euskaras de «La Internacional» y otras del amigo Julián. El viaje de vuelta fue muy sencillo para el autobús; parecía un reactor con 55 tubos de escape a pleno rendimiento ( badakizue, babarrunak...).

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